Seamos burros...

Cuando leo la entrada de Jesús en Jerusalén, no puedo evitar el brote de sentimientos encontrados por las personas que lo vitorean mientras va montado en un burrito y rodeado por sus discípulos. Esas mismas personas que dan voces de júbilo en ese momento, sólo una semana después lo condenan a la cruz, que era la forma más humillante de morir en esos tiempos.

Pero ese es tema para otra reflexión.

Quiero invitarte a pensar en el burrito que llevaba a Jesús en su espalda. Detente un momento a tomar el peso del rol que "asumió" para que se cumplieran las profecías hechas cientos de años antes acerca de Jesús, aún así, nadie le da importancia a este personaje.

Ahora que has pensado al respecto, quiero que analices el rol que cumples como músico dentro de la iglesia; un ministerio que a veces es malentendido, e incluso es catalogado por algunos como el ministerio de las estrellas de la reunión, puesto que así es como muchos hermanos músicos se comportan. He sabido casos de primera mano acerca de músicos que no dejan que otras personas los acompañen cantando o tocando en algún evento, con la excusa de que no cualquiera toca con ellos y que son años de experiencia para llegar siquiera a pensarlo.

El músico cristiano, sea cual sea el credo que profese, está al servicio de la comunidad y de la reunión; no al revés. Somos siervos en esta obra que Cristo perfecciona a través de todos los cargos dentro de su iglesia, y aún cumpliendo un rol, no debemos olvidar que somos siervos inútiles, porque sólo hacemos lo que debemos.

Para unir las dos ideas desarrolladas en esta reflexión, quiero concluir expresando mi deseo, y creo firmemente que también es el deseo de Dios, de poder ser como el burrito aquel, llevar a Jesús a todo los rincones posibles, pero destacando la figura de Cristo, sin querer sobresalir por sobre el resto ni buscando autoproclamarnos "estrellas" a la fuerza y buscando la unidad con nuestros demás hermanos músicos...

Somos un mismo cuerpo.

Dios te bendiga.